jueves, 28 de agosto de 2008

El Estado de las clases medias.

* Inti Nahuel Pérez Aznar

El lock out patronal que siguen adelante los sectores económicos agropecuarios y el conflicto que este generó con el gobierno nacional al extenderse el porcentaje de retenciones a las exportaciones trajo una vieja discusión a las clases medias y altas argentinas. Esta es la de renegar del rol del Estado en la Economía del país y la intervención de este para morigerar los efectos del libre mercado.
Los grandes centros urbanos, en su mayoría, nuevamente le dieron la espalda a los sectores más necesitados de la sociedad una vez que pudieron salvar sus ropas, expresando su descontento hacia que el Estado, por medio de tributos, tome las rentas extraordinarias para efectuar una redistribución de riquezas que actúe como equilibrio entre las clases sociales.
La intervención en la economía parecería que es mala palabra para los sectores medios, pero también es una falacia. Fue el Estado el que en el gobierno de Menem pedía préstamos al FMI y al Banco Mundial para que se sostengan el modelo del 1 a 1, la heladera en cuotas y los viajes por el mundo, que tanto favoreció a la clase media y que tuvo un impacto demoledor en la Industria y el campo.
Al mismo tiempo las recetas del Consenso de Washintong llevaban a la destrucción de la estructura estatal. A un grave deterioro de un sistema de salud y de educación únicos en la región. A la venta a precio módico de los servicios públicos esenciales y los recursos naturales no renovables. Mientras tanto, el caudillo riojano era recibido con honores por la gran fiesta del campo en la Sociedad Rural y era reelegido por una sociedad que hacía la vista gorda al desempleo y la marginalidad cada vez mayor.
Fue también el Estado el que en el 2001, durante la peor crisis económica de la historia del país, intervino para la pesificación de las deudas bancarias que tanto afectaron a la clase media, evitando la ejecución de las hipotecas y la consecuente venta de casas de familias y campos.
También hizo lo propio con la pesificación asimétrica que licuó las deudas de grandes empresas, sin que ningún conglomerado mediático proteste por ello. Esto mientras uno de cada tres argentinos estaba desocupado y muchas de estas personas salían a las calles a manifestar su desesperación, ante el descontento de algunos sectores, que en ese momento cuestionaban la legalidad de los cortes y hoy los festejan.
Ese Estado es el mismo que, más allá de cuestiones de tácticas políticas en las que no me corresponde ingresar, hoy tiene la obligación de intervenir una vez más en la intermediación de bienes, de redistribuir las rentas extraordinarias, para así nivelar los desequilibrios a favor de quienes son más perjudicados en el reparto de las riquezas. Ya sea aumentando remuneraciones, construyendo caminos, escuelas u hospitales o evitando que se disparen los precios.
Los que tenemos hemos estudiado leyes debemos recordar, aunque no se ahonde mucho en la carrera, que la equidad es uno de los valores escenciales del conjunto de normas que regulan a la ciudadanía. Aquel contrato social del que hablaba Rousseau comienza a resquebrajarse cuando existen brechas tan bochornosas que permiten que unos pocos tengan tanto y otros muchos tan poco. Igualdad, libertad, fraternidad eran los principios que rezaba aquella primer revolución cívica, hace ya más de dos siglos en Francia, que luego inundó a los demás sistemas jurídicos. Hoy podríamos recordarlos para que la clase media una vez más no quede en off side entre los discursivo y la realidad.
*Abogado especializado en Derechos Humanos.

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