domingo, 23 de noviembre de 2008

TOMÁS DE IRIARTE


“En mis verso, Iriarte,
yo no quiero más arte
que poner a los tuyos por modelo”
Así comenzaba Samaniego uno de sus maravillosos poemas que figura en sus Fábulas Completas. Pese a que fueron grandes rivales y polemizaron abiertamente, el gran Samaniego reconoció a su digno rival, don Tomás de Iriarte (retrato).
Más allá de las coincidencias lógicas que contienen las fábulas de ambos, las de Iriarte se orientan casi todas, exclusivamente a la literatura. Pocos salieron indemnes a sus mordaces y geniales golpes de pluma. Críticos, lectores, editores, escritores, libros, traductores, poemas, ignorancia, soberbia y más personajes, objetos y sentires que rodean a la literatura. Pero eso sí, a cada uno de ellos debemos agregar el adjetivo “malo”. O sea, malos escritores, malos libros, malos lectores.
Los ejemplos son muchos. Así, en una de sus fábulas hablaba de los que leen y alaban una obra, para luego rechazarla cuando se enteran de quién es el autor. Para ejemplificar la cuestión, transcribe una fábula de Esopo que de eso mismo hablaba. Luego pregunta a un lector indeterminado si le había gustado la fábula, contestando éste, sobre lo maravilloso de los dichos de Esopo, a lo que el autor contesta que no la había escrito Esopo, sino él mismo, conminando al lector a criticársela, ahora que sabía que era de él. Se llama “El Ratón y el Gato” y es la número XX. Léanla. Enseña y divierte.
Iriarte, además, ensayaba muchísimas formas poéticas, diversas rimas y métricas, varias conjunciones y recursos idiomáticos, diálogos que se topaban con el obstáculo de mantener la rima y la métrica y que era fácilmente superado como hiciera Zorrilla con sus ovillejos en el Don Juan Tenorio, con lo que no solamente destaca el contenido y los temas que trataba.
En otra fábula criticaba y calificaba de ridícula a la poesía retumbante y alambicada, utilizando para ello, el finalizar cada uno de los versos con una palabra esdrújula y con rima consonante. Y en otro poema la crítica se orientaba hacia quienes abusan de las voces extranjeras modernas y también hacia quienes abusan de las antiguas. Y “El retrato de golilla” – así se llama la fábula – está escrito en términos modernos y también antiguos (“y en la mi casaca trocad la ropilla/ca non habrá naide en toda la villa” por ejemplo).
Me gustaría transcribir cada uno de sus poemas y no he encontrado uno que me haya decepcionado. Pero la idea no es la mera transcripción, sino el comentario y la recomendación de su lectura. Sin embargo voy a transcribir uno, que es ejemplo de “una crítica a los críticos” en la que no se conformó con una fábula, sino que en la misma escribió otra más. Así, cierro este comentario, como siempre, con la recomendación de lectura de las Fábulas de don Tomás de Iriarte.
Edgardo Salatino

LA LECHUZA, LOS PERROS Y EL TRAPERO
Cobardes son, y traidores,
ciertos críticos que esperan,
para impugnar, a que mueran
los infelices autores,
porque vivos, respondieran.
Un breve caso a este intento
contaba una abuela mía.
Diz que un día en un convento
entró una lechuza... Miento,
que no debió ser un día.
Fue, sin duda, estando el sol
ya muy lejos del ocaso...
Ella, en fin, se encontró al paso
una lámpara (o farol,
que es lo mismo para el caso).
Y volviendo la trasera,
exclamó de esta manera:
«Lámpara, ¡con qué deleite
te chupara yo el aceite,
si tu luz no me ofendiera!
Mas ya que ahora no puedo,
porque estás bien atizada,
si otra vez te hallo apagada,
sabré, perdiéndote el miedo,
darme una buena panzada.»
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Aunque renieguen de mí
los críticos de que trato,
para darles un mal rato,
en otra fábula aquí
tengo de hacer su retrato.
Estando, pues, un trapero
revolviendo un basurero,
ladrábanle (como suelen
cuando a tales hombres huelen)
Dos parientes del Cerbero.
Y díjoles un lebrel:
«Dejad a ese perillán,
que sabe quitar la piel
cuando encuentra muerto a un can,
y cuando vivo, huye de él.»
Atreverse a los autores muertos, y no a los vivos, no sólo es cobardía, sino traición.

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