jueves, 22 de enero de 2009

Obama Superstar

Se necesitaba un poco de esperanza, creer en algo. Se cayó el cuento del tío Sam, se cortó el sueño americano. Y en eso llegó Obama. Arrancó con el pie derecho. Dio un discurso llamando al dialogo con el resto mundo. Dejó entrever que iba a respetar los derechos humanos. Y habló con sinceridad, los yanquis están en crisis después de 80 años y el pánico pasa al mundo. Le podríamos enseñar un poco nosotros que tenemos una cada dos por tres. Pero no nos vayamos de la línea. Mientras se violaban todos los principios de derecho internacional humanitario en la Franja de Gaza, Obama prometió cerrar esa verguenza que se llama Guantánamo. Y al otro día lo hizo. Ojalá vengan años de más respeto a los derechos humanos. De no más guerras inútiles. Mientras tanto queda la esperanza en el hombre. En el homo sapiens. Después de 8 años de homos erectus no está tan mal para arrancar el año.
Inti

martes, 6 de enero de 2009

Decir todo, decir nada




Esta pequeña nota puede ser la continuación de su predecesora inmediata, en la que hablé un poco sobre algunas expresiones artísticas sin un argumento definido. Y también podría ser continuación de la dedicada a don Tomás de Iriarte.
En primer lugar, porque seguidamente trascribiré ese clásico, conocido y maravilloso poema de Félix Lope de Vega y Carpio (retrato) llamado "El soneto", en el que compuso ciertamente un soneto, endecasílabo y con rima consonante en primero/cuarto y segundo/tercero, pero que lisa y llanamente, nada dijo.
Y en segundo, porque también transcribiré una fábula de Jean de La Fontaine (retrato), no tan conocida masivamente, pero no menos genial que las demás. En ella y tal cual figura como nota al pie de página de muchas ediciones, el Duque de Borgoña había pedido a La Fontaine que le escribiese una fábula basada en el título "El Gato y el Ratón". El maestro la compuso y, a igual que Lope de Vega, nada dijo y dijo todo. Disfrutadlas.
Edgardo Salatino


EL SONETO

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

EL GATO Y EL RATÓN

Para complacer a un príncipe
A quien la Fama asignó
En mis escritos un templo,
¿Cómo expresará mi voz
Una fábula en que el Gato
Figure con el Ratón?

¿En mis versos una hermosa
Representar debo yo,
Que en apariencia muy dulce,
Más de una crueldad a atroz,
Juega con los corazones
Que su gracia conquistó,
Como jugar acostumbra
El Gato con el Ratón?

¿Tomaré por argumento
De la Fortuna el rigor?
Nada mejor me conviene
Para el asunto en cuestión.
Porque muy común es verla
Tratar a quien ser creyó
De sus mejores amigos
Cual trata el Gato al Ratón.

¿Introduciré un monarca
A quien ella respetó
Sólo entre sus favoritos;
Rey que su rueda veloz
Ha fijado; a quien no estorba
Una enemiga legión;
Que de los más poderosos
Cuando quiso se burló
Tal fácil y llanamente
Como el Gato del Ratón?

Pero de un modo insensible
Mi musa un giro tomó
Para cumplir mi designio
Y tengo la convicción
De que poner aquí punto
A esta fábula es mejor,
Por no echar a perder todo;
Que en verdad no quiero yo
Que se burlen de mis versos
Como el Gato del Ratón.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Sin argumento. Con arte







Algunas obras artísticas del cine o la literatura no cuentan con un argumento como la mayoría. Ni siquiera con uno encubierto a través de las imágenes. Sólo nos muestran otro aspecto del arte. Los ejemplos son muchos pero ahora me vienen a la mente “Kid auto races at Venice” (fotograma) del maestro Charles Chaplin, película filmada en 1914 y conocida aquí como “Carreras sofocantes”. No hay argumento, solo improvisación y un irrefrenable deseo de Carlitos de querer salir en las cámaras que están filmando una carrera de niños. Y uno de los cortos más desopilantes de Chaplin y con gags de lo más cómico de la historia del cine.
Por otro lado, “El baile” (fotograma) de Ettore Scola (Le bal, 1983) tampoco presenta un argumento y es el ejemplo por excelencia de que se puede realizar un sublime exponente del arte cinematográfico sin contar con argumento definido.
Y cientos de ejemplos contiene la literatura. Acá va un cuento que se acerca un poco a ello. Se llama “Los doce haraganes” y fue escrito por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm (retrato). Es muy corto, así que lo leí y releí varias veces. Todavía me sigue causando gracia. No hay argumento general del cuento. Solo doce personas que a su turno dicen algunas palabras relacionadas con su calidad de vagos. En alabanza a su vagancia de su parte. Y para nosotros, una muestra más de que los hermanos Grimm nos alegraron nuestra infancia con sus cuentos infantiles y que pueden seguir haciéndolo en las demás etapas de la vida.
Edgardo Salatino.

LOS DOCE HARAGANES
Doce mozos que en todo el día no hicieron nada útil, al atardecer, para no cansarse, se tendieron sobre la hierba y se dedicaron a jactarse de su gandulería. Dijo el primero:
-¿Qué me importa vuestra pereza? Bastante tengo que hacer con la mía. Mi ocupación principal es cuidar de mi cuerpo; como bastante y bebo otro tanto. Cuando llevo cuatro comidas en la tripa, ayuno un ratito hasta que se me vuelve a abrir el hambre; es el régimen que mejor me va. Madrugar no es para mí, y hacia el mediodía ya me busco un lugar donde descansar. Si llama el amo me hago el sordo; y si vuelve a llamar espero un rato antes de levantarme, y luego me dirijo a él andando muy despacio. De este modo la vida se puede soportar.
Dijo el segundo:
-Mi trabajo es cuidar de un caballo; pero le dejo el bocado en la boca, y cuando no tengo ganas no le doy pienso y digo que ya ha comido. En cambio, me tumbo en el depósito de avena y estoy cuatro horas durmiendo. Luego estiro un pie y lo paso un par de veces por el cuerpo del caballo. Y así lo amohazo y limpio. ¿Quién va a reparar en ello? Pues aún así, el servicio se me hace pesado.
Habló entonces el tercero:
-¿Para qué cargarse de trabajo? No se saca nada. Yo me tendí al sol y estuve durmiendo. Empezó a gotear pero, ¿por qué levantarse? Dejé que lloviese, en nombre de Dios. Al fin cayó un chubasco tan fuerte que me arrancó los cabellos y se los llevó, y me abrió un agujero en la cabeza. Le puse un parche y santas pascuas. Accidentes así he sufrido ya varios.
Intervino el cuarto:
-Cuando tengo que empezar algún trabajo, primero lo pienso una horita para ahorrar fuerzas. Luego me pongo a la faena con gran cachaza; pregunto si no han alguien que pueda ayudarme y, en caso de que se ofrezca alguno, le dejo la labor y yo me pongo a mirarlo. Pero aun esto me resulta demasiado.
Dijo el quinto:
-¡Eso no es nada! Figuraos que yo debo sacar el estiércol del establo y cargarlo en el carro. Pues me pongo a hacerlo muy despacito y cuando he recogido un poco en la horca. La levanto a mitad de la altura y me estoy descansando un cuarto de hora antes de echarlo en el carro. Por lo demás, una carretada al día me basta. Malditas las ganas que siento de matarme trabajando.
Tomó la palabra el sexto:
-¡Se os tendría que caer la cara de vergüenza! A mí no me asusta ningún trabajo, pero me estoy tumbado tres semanas sin quitarme la ropa ni una sola vez. ¿Para qué hebillas en los zapatos? ¿Que se me caen de los pies? Bueno, no importa. Si he de subir una escalera pongo un pie delante de otro con toda calma y subo el primer peldaño. Luego cuento los que quedan para ver dónde hay que descansar.
Dijo el séptimo:
-Conmigo esto no reza, pues mi amo vigila mi trabajo. Suerte que se pasa el día fuera de casa. Pero yo no pierdo el tiempo y corro todo lo que se puede correr cuando se anda arrastrando los pies. Y no hay manera de hacerme ir más de prisa, a menos que me empujen cuatro hombres fornidos. Un día vi un catre en el que dormían seis hombres, uno al lado del otro. Yo me eché a dormir también y no hubo quien me despertara. Cuando quisieron que me fuera a cada tuvieron que llevarme.
Habló el octavo:
-Bien veo que soy el único que lo entiende. Si encuentro una piedra en mi camino no me tomo la molestia de levantar la pierna para pasarla, sino que me tiendo en el suelo; y si estoy mojado y lleno de barro y suciedad sigo tumbado hasta que el sol me seca. A lo sumo, me vuelvo de vez en cuando para que me dé encima.
Metió baza el noveno:
-Eso no es nada. Esta mañana estaba sentado delante de un pan, pero sentía pereza de alagar la mano para tomarlo. Por poco me muero de hambre. Y había también una jarra, pero era tan grande y pesada que, por no levantarla, he preferido sufrir sed. Hasta el volverme resultaba demasiado esfuerzo; y me pasé el día tendido como un tronco.
Intervino el décimo:
-A mí la gandulería me ha producido bastantes perjuicios: una pierna rota y una pantorrilla hinchada. Éramos tres, tumbados en un camino. Llegó otro con un carro y las ruedas me pasaron por encima. Claro que habría podido retirarlas, pero es que no oí venir el carro. Los mosquitos me estaban zumbando en los oídos y se me entraban y salían por la nariz y por la boca. ¡Pero cualquiera se toma la molestia de espantarlos!
Dijo, a su vez, el undécimo:
-Ayer despedí a mi amo; estaba cansado de llevar y traer sus pesados librotes; no acababa en todo el día. Aunque, a decir verdad, fue él quien me despidió. No quiso que siguiera a su servicio porque sus ropas, que yo tenía abandonadas entre el polvo, estaban apolilladas. Y tuvo razón.
Y por fin habló el duodécimo:
-Hoy tuve que salir al campo en el carro. Con paja me arreglé una yacija y me eché a dormir. Se me cayeron las riendas de la mano y, al despertar, vi que el caballo casi se había soltado. Habían desaparecido los arreos: la lomera, la collera, la brida y el bocado. Había pasado alguien y se lo había llevado. Además, el carro estaba atascado en un charco. Yo no me apuré y volví a echarme a dormir sobre la paja. Al fin tuvo que venir el amo en persona y desatascar el carro; y si no lo hubiese hecho, no estaría yo aquí ahora. Seguiría en el carro, durmiendo tranquilamente.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Tres actores






















Lo prometido. O sea, colgar fotografías de los tres actores que fueron el tema de hoy en “El cine que algunos ven”. Dos de cada uno de ellos. Una de las cuales, que sea un fotograma de alguna de las películas más importantes que hayan filmado. El primero (de abajo hacia arriba), Michael Berryman, en “The hills have eyes”. “Las colinas tienen ojos” o “La colina de los ojos malditos” esta última, en una maldita y mala traducción. Y después, un buen retrato. El segundo, Vincent Schiavelli desempeñando su papel de Fredrickson en “One flew over the cuckoo’s nest” (Alguien voló sobre el nido del cucú, mejor conocida como Atrapado sin salida) en la que también trabajó Michael Berryman. Y en un fotograma de “Ghost”. Y en tercer lugar, Marty Feldman en uno de sus mejores papeles. La genialidad de Igor en “Young Frankenstein”. También, por último y arriba de todo, un buen primer plano de "El hermano más listo de Sherlock Holmes".
Los dos últimos, ya fallecidos. Berryman, activo en el cine. Un homenaje a ellos, grandes contribuidores del arte cinematográfico, con sus muchos y geniales trabajos a lo largo de toda su trayectoria. Nunca galanes, pero siempre aportando alta cuota de importancia. Michael, Vincent, Marty, muchas gracias.
Y esta pequeña nota, realizada solo con oraciones unimebres. Para cambiar un poco. Para molestar otro tanto. Y por las ganas de hacerlo.
Edgardo Salatino

domingo, 23 de noviembre de 2008

TOMÁS DE IRIARTE


“En mis verso, Iriarte,
yo no quiero más arte
que poner a los tuyos por modelo”
Así comenzaba Samaniego uno de sus maravillosos poemas que figura en sus Fábulas Completas. Pese a que fueron grandes rivales y polemizaron abiertamente, el gran Samaniego reconoció a su digno rival, don Tomás de Iriarte (retrato).
Más allá de las coincidencias lógicas que contienen las fábulas de ambos, las de Iriarte se orientan casi todas, exclusivamente a la literatura. Pocos salieron indemnes a sus mordaces y geniales golpes de pluma. Críticos, lectores, editores, escritores, libros, traductores, poemas, ignorancia, soberbia y más personajes, objetos y sentires que rodean a la literatura. Pero eso sí, a cada uno de ellos debemos agregar el adjetivo “malo”. O sea, malos escritores, malos libros, malos lectores.
Los ejemplos son muchos. Así, en una de sus fábulas hablaba de los que leen y alaban una obra, para luego rechazarla cuando se enteran de quién es el autor. Para ejemplificar la cuestión, transcribe una fábula de Esopo que de eso mismo hablaba. Luego pregunta a un lector indeterminado si le había gustado la fábula, contestando éste, sobre lo maravilloso de los dichos de Esopo, a lo que el autor contesta que no la había escrito Esopo, sino él mismo, conminando al lector a criticársela, ahora que sabía que era de él. Se llama “El Ratón y el Gato” y es la número XX. Léanla. Enseña y divierte.
Iriarte, además, ensayaba muchísimas formas poéticas, diversas rimas y métricas, varias conjunciones y recursos idiomáticos, diálogos que se topaban con el obstáculo de mantener la rima y la métrica y que era fácilmente superado como hiciera Zorrilla con sus ovillejos en el Don Juan Tenorio, con lo que no solamente destaca el contenido y los temas que trataba.
En otra fábula criticaba y calificaba de ridícula a la poesía retumbante y alambicada, utilizando para ello, el finalizar cada uno de los versos con una palabra esdrújula y con rima consonante. Y en otro poema la crítica se orientaba hacia quienes abusan de las voces extranjeras modernas y también hacia quienes abusan de las antiguas. Y “El retrato de golilla” – así se llama la fábula – está escrito en términos modernos y también antiguos (“y en la mi casaca trocad la ropilla/ca non habrá naide en toda la villa” por ejemplo).
Me gustaría transcribir cada uno de sus poemas y no he encontrado uno que me haya decepcionado. Pero la idea no es la mera transcripción, sino el comentario y la recomendación de su lectura. Sin embargo voy a transcribir uno, que es ejemplo de “una crítica a los críticos” en la que no se conformó con una fábula, sino que en la misma escribió otra más. Así, cierro este comentario, como siempre, con la recomendación de lectura de las Fábulas de don Tomás de Iriarte.
Edgardo Salatino

LA LECHUZA, LOS PERROS Y EL TRAPERO
Cobardes son, y traidores,
ciertos críticos que esperan,
para impugnar, a que mueran
los infelices autores,
porque vivos, respondieran.
Un breve caso a este intento
contaba una abuela mía.
Diz que un día en un convento
entró una lechuza... Miento,
que no debió ser un día.
Fue, sin duda, estando el sol
ya muy lejos del ocaso...
Ella, en fin, se encontró al paso
una lámpara (o farol,
que es lo mismo para el caso).
Y volviendo la trasera,
exclamó de esta manera:
«Lámpara, ¡con qué deleite
te chupara yo el aceite,
si tu luz no me ofendiera!
Mas ya que ahora no puedo,
porque estás bien atizada,
si otra vez te hallo apagada,
sabré, perdiéndote el miedo,
darme una buena panzada.»
---------------
Aunque renieguen de mí
los críticos de que trato,
para darles un mal rato,
en otra fábula aquí
tengo de hacer su retrato.
Estando, pues, un trapero
revolviendo un basurero,
ladrábanle (como suelen
cuando a tales hombres huelen)
Dos parientes del Cerbero.
Y díjoles un lebrel:
«Dejad a ese perillán,
que sabe quitar la piel
cuando encuentra muerto a un can,
y cuando vivo, huye de él.»
Atreverse a los autores muertos, y no a los vivos, no sólo es cobardía, sino traición.

jueves, 30 de octubre de 2008

MARCHA "POR LA SEGURIDAD DE TODOS LOS PIBES"

Se agradece su amplia difusión.EL PRÓXIMO VIERNESREALIZARÁN UNA MARCHA "POR LA SEGURIDAD DE TODOS LOS PIBES"El próximo viernes (31/10) se realizará en la ciudad de La Plata una "Marcha por la seguridad de todos los pibes", porque "inseguridad es morir de hambre y no tener futuro", según indica la convocatoria impulsada por la Asamblea Permanente por los Derechos de la Niñez. La movilización, que comenzará a las 17 horas en la Plaza Moreno, reclama la inmediata y efectiva implementació n de la Ley de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños. Asimismo, la convocatoria cuestiona la criminalizació n de la pobreza efectuada desde el Estado y algunos de los principales medios de comunicación, y rechaza la iniciativa del gobernador bonaerense de bajar la edad de imputabilidad, anunciada en los últimos días. "Ningún pibe nace chorro. Ellos son las víctimas. Exigimos que el Estado no los abandone", expresa con claridad una de las consignas de la Asamblea Permanente por los Derechos de la Niñez, espacio conformado por unas treinta organizaciones sociales, políticas, culturales, de derechos humanos, estudiantiles, gremiales, profesionales y trabajadores de Infancia de la Municipalidad y de la Provincia de Buenos Aires. Contactos de prensa: Ricardo 15 511-0411 / Fabián 15 511-0318 / Hetel 15 591-2987 / Daniel 15 508-8038

viernes, 24 de octubre de 2008

El tercer hombre. Una genialidad
















Mucho se ha dicho sobre esta película. Muchos la han visto también. Y sin embargo yo pretendo, todavía, decir algo más.
Nada de lo que diga será nuevo, por supuesto, pero para muchos – como yo - el cine es una cuestión de pasiones, de gustos y de placeres, buscamos el modo de manifestarlo y poco nos importa la originalidad o la actualidad y otra muchas gollerías, como decía La Fontaine.
Eso me pasa con “El tercer hombre”. Filmada en 1949, dirigida por Carol Reed y protagonizada por Joseph Cotten, (Alida) Valli, Orson Welles y Trevor Howard (en ese orden aparecen en los créditos). Basada en la obra homónima de Graham Greene, quien lo escribió para filmar la película.
No voy a decir de qué se trata, ni siquiera una mínima mención de su argumento. Pido a quienes no la han visto, que confíen en este fanático cinéfilo y se “ganen” un momento en la vida, viendo esta maravilla del cine. No se van a decepcionar. Y por mi parte, además, rompo con la tradición de recomendar una película debiendo contarla. Hagamos la prueba.
La película destaca toda pero además son muchas las escenas que a su vez destacan en lo particular. Claroscuros, arquitectura portentosa y pasajes lúgubres y maravillosos a la vez de las calles de Viena (foto, que incluye las manos de Welles emergiendo de una boca de cloaca) pueden verse casi en todo momento. La de la exhumación de Joseph Harbin, en el cementerio con antorchas es impecable.
Escenas con comicidad, como cuando Paine exhibe diapositivas relacionadas con la investigación y muestra, por error, el dibujo de un rinoceronte. Escenas que rozan lo grotesco y destilan genialidad a la vez, tal como cuando la policía espera por la noche, la llegada de Harry Lime en las calles nebulosas y sombrías y aparece en su lugar un viejo vendedor de globos, tambaleante, con galera y bastón o cuando Holly Martins, en una de sus huidas, se introduce en una habitación y cree escuchar una voz humana, descubriendo al encender la luz, que se trataba de una cacatúa (que para colmo lo muerde).
Se dijo que la aparición de Welles en la oscura calle cuando la luz de una ventana le da directo en el rostro fue la mejor aparición de un personaje en la historia del cine (foto). Tendríamos que ver mucho cine para formular esa consideración. Pero sí es realmente alucinante.
La escena del niño con esa expresión y esa cara tan extrañas, comunicando a un grupo de personas que Martins había matado al portero es también casi surrealista.
Las sombras durante toda la películas son también protagonistas, pues se proyectan tanto de lugares como de personas (Lime huyendo de Martins a la carrera y solo se ve correr a la sombra) y la persecución en las cloacas es realmente imponente, e incluye las maravillosas escenas de las voces que salían de todas partes y la iluminación repentina a Harry en uno de los tantos túneles (foto). Ni siquiera puede considerarse tediosa la caminata final de Anna al salir del cementerio (foto), por la infinita calle en perspectiva digna de Andrea Mategna.
Y no podemos olvidar a Anton Karas, el tañedor de cítara, que hace que su música durante todo el film sea también un personaje más.
La verdad sea dicha, me gustaría seguir escribiendo y comentando escenas. Pero tengo que dejar de hacerlo pues decidí ver nuevamente la película "El tercer hombre".
Edgardo Salatino