miércoles, 24 de septiembre de 2008

Eduardo Galeano, "Todo lo que sé lo aprendí en los cafés" (El sitio cultural del diario La Nación)

Estos son fragmentos de la entrevista, que salió el sábado en ADN, a quien nos adentró a las venas de nuestro hermoso continente y los dráculas autóctonos y extranjeros, el maestro Eduardo Galeano, el surayado me pertenece:

"El último de los mohicanos de los cafés donde me formé. Yo no tuve educación formal. Seis años de primaria -cuenta el escritor uruguayo- y uno de liceo [secundaria]. Todo lo que sé lo aprendí en los cafés que ya no están, escuchando a los narradores anónimos, que me enseñaron a contar lo que ocurrió de tal manera que vuelva a ocurrir. Sólo el Brasilero sobrevivió." Sobrevivió gracias al recuerdo y la voluntad. "Quienes lo compraron durante la dictadura hicieron lo mismo que la dictadura: lo vaciaron y se llevaron todo, hasta las maderas del piso se llevaron. Pero este café tiene la singularidad de que después fue reconstruido con las viejas fotos y los recuerdos de sus clientes de antes. Los recuerdos son nuestros."
En Espejos y sus antecesores la perspectiva y el factor de selección de las historias son, como desarrolla en la charla, "lo no dicho, la historia de los nadies, de los ninguneados, que es donde están las voces que más vale la pena escuchar. El punto de vista de los excluidos, de los no nombrados, de las mujeres, los negros, los indios, el Sur del mundo, los judíos, los gitanos, los despreciados y perseguidos. Viendo la historia desde ese punto de vista, te enterás de una cantidad asombrosa de historias que hay que contar".
Publiqué una novela a los 21 años, bastante mala, Los días siguientes , muy pavesiana, y dos o tres libros que son como una prehistoria literaria, pero no me lo tomaba en serio porque me sentía periodista, amaba el mundo de las redacciones y las imprentas. Yo era jefe de redacción de Marcha y suena de lo más impoluto, pero yo me enchastraba de tintas de la cabeza a los pies porque armábamos Marcha al viejo estilo: hierro, linotipos, plomo. Fue a partir de Las venas abiertas de América Latina cuando me empecé a tomar en serio este asunto de escribir libros y ahora me gusta más que escribir artículos. -(...)-
-¿Cuánto tardó en escribirlo? -Tres meses. Pero estuve recogiendo materiales durante cuatro años. La escritura me llevó noventa noches y litros de café.
Cuando los libros son verdaderos te escriben, nacen de adentro hacia afuera. El libro se fue armando dentro de mí y la verdad es que no me costó mucho la escritura. Ahora, con el paso del tiempo, soy cada vez más exigente y puedo llegar a suicidarme si puse una coma fuera de lugar. ...se fue un libro hecho con las urgencias del trabajo periodístico.
-Muchísimo. Se va de decir poco con mucho a decir mucho con poco. Al revés de los que creen que ya que no somos profundos tenemos que ser complicados, lo mío es un viaje hacia la desnudez del texto y la palabra, la palabra desnuda.
-Se fue dando, en la medida en que uno también a lo largo de la vida va tratando de reunir sus pedazos. Padecemos un sistema del desvínculo que nos ha condenado a la especialización, a la fractura, al divorcio de las partes que a uno lo integran. Durante mi infancia, por ejemplo, el divorcio del cuerpo y el alma. Tuve una infancia muy católica, me enseñaron a no confundir la bella con la bestia, el alma con el cuerpo. Y me costó unos cuantos años enterarme de que somos "almuerpos" o "cuerpalmas", y que tal divorcio no existe o no debería existir.
Claro, el libro fue escrito para tratar de comprender un poco mejor el mundo en el que vivimos y para tratar de recuperar los espléndidos colores del arco iris humano, mutilados por culpa del machismo, racismo, elitismo, militarismo y no sé cuántos "ismos". Y lo mismo con los géneros literarios. A medida que iba avanzando en este oficio de escribir, me daba cuenta de que lo que iba haciendo era cada vez menos clasificable porque trataba de integrar lo que estaba desintegrado, de borrar las fronteras entre los géneros literarios y no darles bola a los guardias aduaneros que son los especialistas en literatura, los expertos, los ideólogos.
(...)Fui buscando cómo salvar la distancia entre el deseo y el mundo, entre lo que quería decir y lo que podía decir. Iba redescubriendo un lenguaje que era el mío e integraba todos los lenguajes.
-Nunca distinguí el periodismo de los libros. Son formas de expresión literaria. El periodismo escrito es una forma de literatura, pero la diferencia fundamental entre el género periodístico y el literario es el tiempo de elaboración. El periodismo tiene urgencias que a veces son enemigas de la calidad, y el libro te permite trabajar los textos con más tiempo y cariño.
-Para sus libros, maneja primero una enorme masa documental y de información. En Espejos aclara que de haber incluido las fuentes bibliográficas, el volumen se habría duplicado. -A veces son documentos o información que tienen que ver con la historia y a veces con el presente. Pero cada historia que escucho -porque en general cuento cosas que han ocurrido, que ocurren-, trato de confirmarla o de explorarla más a fondo, y proviene de esta libretita enana que siempre llevo en el bolsillo. ¿Ves? [Muestra una libretita ínfima.] Anoto cosas que leo o que me llaman la atención. Mirá qué hermoso esto del escritor gallego Álvaro Cunqueiro sobre el exilio: "Cada hombre lleva una isla en la nostalgia a la que sueña con regresar. Cuando en esa isla llueve, llueve en su corazón". También comentarios de fútbol, soy muy futbolero: "Las lágrimas riegan las mejillas del Titán Palermo", de una transmisión de un partido en el que ganó Boca. Muchas de esas cosas después se convierten en textos. Otras no. -Acá empiezan sus libros. -Acá, y después van al papel y después a la computadora en versiones donde vuelvo a reelaborar. Esto es de ayer, un grafiti en la playa del Buceo: "No pegues a los niños, ahora portan armas". -¿Cómo selecciona el material? -Trato de entrar en el pasado sólo cuando lo siento presente, cuando en lo que ocurrió siento vibraciones que no son pasadas sino presentes. El desafío es: a ver cómo hago para contar esto que ocurrió y lograr que ocurra cuando lo cuento. Es el hígado el que me lo dice, no un criterio racional. Siento que eso me da un golpecito en la espalda y me dice: "Oiga, oiga, ¿no le gustaría contarme?" -¿Y su obra de ficción? -Poca cosa, te digo. Ya me siento muy lejos de eso. -¿Por qué? -Me siento mucho más cómodo trabajando con la realidad y tratando de revelar las realidades que la realidad esconde, porque la realidad es real en la vigilia y también en el sueño y la pesadilla. Hay muchas realidades dentro de la realidad y el desafío de revelarlas me atrae más que la imaginación pura y desprendida. Hice, sí, libros de ficción, pero no es en lo que más me reconozco.
(...)Porque ésa es una de las pocas cosas en las que no coincido con Julio Cortázar, que fue mi amigo entrañable y maestro. ...l hablaba del lector hembra y todas esas cosas. Y no, nada de eso, el lector no es pasivo nunca. Cuando es verdadero, el lector crea contigo, es un diálogo que después convierte el libro en cosa de él o de ella, ya no tuya. El libro deja de pertenecerte y se incorpora al que lo lee, y dentro del que lo lee se va convirtiendo en otra cosa.
-Es el mismo pánico que sentí a los 14, 15 años, cuando empecé a intentar escribir y a publicar alguna cosita en los semanarios socialistas. Me daba un pánico tremendo la hoja en blanco, me hacía temblar las rodillas. Y ahora también. Y es la prueba de que, más allá de la edad, sigo teniendo esa energía juvenil, porque el miedo indica que uno está muy metido en lo que hace, si no, no tendrías miedo de no poder hacerlo. Hay una responsabilidad en el oficio de escribir que no depende de si se escribe un artículo, una canción, un guión, una novela, sino del hecho de que esas palabras, si se imprimen, se dirigen a otros e influyen en otros.
-En el periodismo ya no está muy generalizada la conciencia de esa responsabilidad.
-No, y tampoco en algunas formas de expresión puramente literarias, por ejemplo, en las ciencias sociales.
-Y en algunas obras de ficción.
-Sí, eso es una regla de juego del mundo moderno, donde todo existe por un ratito. Ya no hay la intención de escribir para después, se escribe para el instante y eso en periodismo es legítimo e inevitable, pero en otras formas de expresión literaria ya no funciona. -¿Qué opina del periodismo actual? -Los espacios de independencia se han ido encogiendo muchísimo. Hubo una concentración de poder enorme en el mundo periodístico. El derecho de informar está cada vez en menos manos y eso implica un nivel de manipulación que antes no existía y que lo practica la televisión más que la prensa escrita. Pero también en la prensa se manipula. Hugo Chávez y Evo Morales triunfaron en plebiscitos revocatorios, Evo por más del 67% de los votos, y eso contradice lo que la prensa más influyente del mundo dice de los dos personajes: que son dictatoriales e impopulares. Imaginate si Bush hubiera hecho un plebiscito revocatorio.
-El arte siempre es así, una mentira que dice la verdad, y es curioso, porque es una paradoja.
Recupero lo que creo que es la verdad verdadera desde mi punto de vista, porque hay muchísimas verdades posibles dentro de cada verdad. Todo depende del punto de vista. Desde el punto de vista de una lombriz, un plato de espaguetis es una orgía. Espejos intenta ver la historia -el tiempo que pasó y el que ocurre- desde el punto de vista de los excluidos, de los no nombrados, de las mujeres, los negros, los indios, el Sur del mundo, los judíos, los gitanos, los despreciados y perseguidos. Viéndola así, te enterás de una cantidad asombrosa de historias desconocidas que vale la pena contar, como si estuviéramos alrededor del fuego.
Porque a lo largo de los años no he hecho más que confirmar que toda esta filosofía del éxito obligatorio impuesta por los amos del mundo nace de una gran mentira que consiste en suponer que ganan los mejores, y eso no es verdad. Ni han ganado ni ganan los mejores. Y mucha de la gente que tenía razón perdió, y mucha de la gente que decía la verdad terminó atada a un palo y quemada viva por la Inquisición. Cuando Giordano Bruno decía que la Tierra giraba alrededor del Sol y que el Sol era una de las estrellas, fue quemado vivo. La razón la tenía él y no los quemadores.
Por Inti Pérez Aznar.

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